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Huellas o cicatrices

Ayer por la tarde en una agradable conversación entre compañeros, surgió la cuestión acerca de cuál era la diferencia entre las huellas y las cicatrices que a veces resultan de nuestras relaciones con los demás. Y fue la chispa que necesitaba para comenzar este post y tratar de explicarla. Así que, ¡ahí vamos!
 
Cuando hablamos del plano físico, podemos decir que tenemos una cicatriz al observar aquella marca más o menos profunda en nuestro cuerpo que quedó tras curarse una herida producida al romperse nuestra barrera natural y, que a veces, al mirarla, tocarla o al “avisarnos” de un cambio de tiempo, el dolor nos trae a la memoria y sin darnos cuenta, la historia que la creó hace mucho tiempo. Para reducir estos efectos, contamos con diversos remedios o ungüentos que tratan de reducir aunque no eliminar las secuelas si actuamos con rapidez y constancia. Por su parte, los avances médico-quirúrgicos apuestan cada vez con mayor frecuencia, por técnicas menos invasivas, ya que se ha comprobado que los pacientes a los que se les realiza una incisión pequeña, se recuperan más rápido y tienen escasas complicaciones procurando, además, minimizar el impacto visual de la lesión.
 
Sin embargo, las huellas en nuestra piel, son muy diferentes. Son fugaces, sutiles, momentáneas, normalmente producidas por cierta presión externa que nos informa de que estamos en contacto con algo diferente a nosotros y que nos imprime su forma sin llegar a traspasar la piel, desapareciendo al momento por sí sola y sin dejar rastro de que alguna vez estuvo allí. A no ser, que fuese tan excepcional, tan fuera de lo común, que queramos conservar la experiencia.
 
Pero, cuando entramos en el plano emocional, ¿en qué se diferencian? Trasladando la analogía, será la capacidad de un determinado comportamiento de generar oscuridad y cerrazón (dolor) o luz  y apertura (aprendizaje) lo que hará distinta una cicatriz de una huella. Es en el encuentro con los demás dónde crecemos y nos desarrollamos como seres humanos. Pero, si en ese intercambio, no cuidamos lo que hacemos y cómo lo hacemos la cosa se complica. Ya que una misma situación en la que actuemos, puede servir a otros como ejemplo de aprendizaje proporcionando bienestar mutuo, o por el contrario, provocar daños en la otra persona, en nosotros mismos o en la relación.
 
         Dicho lo cual, empecemos a aceptar que somos totalmente responsables del modo en que escribimos nuestra historia, de lo que queremos dejar tras este “paseo” por el planeta y de cómo afectará a las vidas que nos vamos encontrando por el camino. ¿Ves ahora la diferencia?

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