Sin lugar a dudas, aún nos encontramos en una sociedad dónde el error se penaliza, en lugar de considerarlo como lo que es: parte del proceso de aprendizaje. Y por supuesto una muestra de que estamos tratando de avanzar, de crecer, de superarnos…porqué está claro que el que no hace nada, no se equivoca. Tampoco prospera. Por ello es tan importante comenzar desde lo individual a desmitificar el error, empezando por percibirlo de una forma diferente, como una oportunidad. Una oportunidad para experimentar, para ponerte a prueba, para innovar, para descubrir otros caminos, para aclarar desde la honestidad lo que queremos y lo que no e implementar entonces las correspondientes medidas que corrijan la desviación. En definitiva, una oportunidad para actuar ejerciendo tu responsabilidad.
Te propongo un pequeño ejercicio: Toma lápiz y papel y piensa en una situación pasada en la cual consideras que cometiste un error. ¿Qué ocurrió? ¿Con la perspectiva del tiempo, crees que realmente fue tan grave?, ¿qué fue lo que aprendiste?, ¿te ha servido en alguna otra ocasión? Ahora, imagina una circunstancia que actualmente requiera que decidas tomar una acción, ¿qué te impide hacerlo? Averigua dónde estás situando el foco… si lo pones en lo que vas a perder, el miedo te dejará en punto muerto. Si lo pones en lo que puedes ganar, te darás cuenta de que incluso si cometes un error, no solo vencerás un límite y aumentarás tu sabiduría personal, sino que ganarás autoconfianza porque incluso en caso de no lograr el resultado esperado, generarás nuevos recursos de afrontamiento y habrás trabajado responsablemente tu libertad de acción. Y eso amigo… no tiene precio.
Tú decides.