Enero tiene el privilegio y la desventura de ser el mes que inaugura un nuevo año. El privilegio de convertirse en la esperanzade nuestros más profundos anhelos, sueños y deseos mientras brindamos con copas llenas de embriagadoras burbujas. Y la desventura de ser el testigo de lo pronto que olvidamos y de cómo la ilusión se esfuma para volver a lo de siempre. Porque muchos son los propósitos que nos gustaría lograr a lo largo de los doce meses que tenemos por delante, pero la obsesión por lo inmediato, por lo fácil y por lo conocido (aunque inservible) vuelve a colocarnos la venda que nos impide no solo ver, sino avanzar hacia aquello que ansiamos conseguir.
Ya sea un cambio físico, un logro personal, un reto profesional, un nuevo aprendizaje, realizar un viaje, iniciar una relación o, incluso, retomar una conversación pendiente. Cualquier objetivo que en su momento evaluamos como necesario, importante, o que simplemente despertaba el ánimo suficiente para ponernos en marcha, vemos como acaba aparcado, o peor aún, dormido en la cuneta hasta el año siguiente… ¿Y hasta cuándo? Si te has planteado esta cuestión y tu respuesta es que estás harto/a de que tus objetivos continúen aplazándose, tal vez sea el momento de tomar cartas en el asunto, preguntarte para qué los marcaste, cuál es tu grado de compromiso con ellos y analizar qué es lo que te frena para afrontarlo en el día a día. Eso es enero, como el resto de meses, un conjunto de oportunidades a las que llamamos días. “Piensa en grande y actúa en pequeño”, porque será esa suma de pequeñas metas diarias alcanzadas las que nos acerquen poco a poco a nuestro gran sueño. Es cada paso el que va construyendo el camino y las travesías que realmente se disfrutan no suelen ser las más rápidas, ni las más llanas ni las más transitadas. Son aquellas en las que podemos parar cuando nos apetece, simplemente para admirar las vistas, observar desde la cima a la que hemos llegado, aunque a otros les pueda parecer una humilde colina. Son veredas que discurren, a veces, por terrenos escarpados o inundados de lodo que ponen a prueba tu corazón; el mismo que te susurra con sabiduría cuál es en este momento tu misión: ¿Conocer? ¿Reflexionar? ¿Crecer? ¿Aportar?…
Sin duda, cada paso adelante abre rutas nuevas. Si el terreno conocido ha demostrado que no nos lleva a ninguna parte y acabamos descubriendo los mismos atajos disfrazados de excusas que no hacen más que retrasarnos y desviar la atención, pregunto: ¿A qué esperamos?
De enero, yo no espero. Hago sendero… ¿Y tú?
Que emocionante es proponerse objetivos, pero que frustrante es no cumplirlos. Estoy muy de acuerdo contigo Ana, es muy importante parar y ver lo andado para seguir avanzando.
Un abrazo
Gracias por tu comentario, Luisa. Es genial contar con lectores como tú!