“¡Dios mío, tarde, tarde! ¡Qué voy a llegar tarde!” ¿Quién no se ha sentido alguna vez como el Conejo Blancode Alicia en el país de las Maravillas corriendo sin aliento tras su reloj de bolsillo, sin saber realmente hacia dónde va?
Nos agobiamos, nos estresamos, hacemos lo humanamente posible, nos damos prisa por llegar a todos sitios… Un día la vida nos detiene, la mayoría de las veces de golpe y a nuestro pesar, con el objetivo de que comencemos a plantearnos… y todo esto, ¿hasta cuándo? ¿Por qué? Y, sobre todo, ¿para qué?
Entonces, en ese impás, entendemos que la vida es tiempo y que ir a toda velocidad tras ella nos hace olvidar que el presente es un regalo que sólo ahora podemos disfrutar y que sólo nosotros conocemos cómo queremos invertirlo… o gastarlo. Es curioso que siendo el tiempo nuestro recurso vital, la mayoría no hayamos aprendido a gestionarlo. Y es que para eso hay que saber priorizar, como decía Steven Covey: “Que lo importante sea lo más importante”. El problema surge cuando todo nos parece igual de importante y somos incapaces de decidir.
Si nos quedamos ahí, seguiremos acelerados. Y sin darnos cuenta, acabaremos derrapando a toda prisa frente a la mesa del Sombrerero Loco en la fiesta de nuestro “no cumpleaños” mientras éste destripa nuestro reloj y “diagnostica” que lleva retraso. De modo, que lo más sensato sería aprovechar estos valiosos minutos en los que te has detenido a leer. Regálate un momento para pensar sobre lo que de verdad quieres en tu vida, lo que necesitas, lo que te hace feliz y lo que te llena de energía. Ahora, de todo lo que haces día tras día, ¿qué te acerca al logro de estas metas? ¿Cuáles te alejan? ¿Es imprescindible que todas esas actividades las hagas tú? ¿Cuáles podrías organizar en tu agenda a lo largo de la semana? ¿Las consecuencias de no realizarlas afectan a tus objetivos profesionales o relaciones personales? ¿Tienes bajo control tus principales distractores? ¿Te respetas respetando tu tiempo?
En algunas ocasiones, no somos conscientes de que colmamos nuestro tiempo con millones de actividades con las que, en realidad, tratamos de paliar vacíos de forma inefectiva. Porque nos hemos acostumbrado a sentirnos vivos, a considerarnos útiles, importantes o valiosos solamente cuando hacemos, aunque sea sin un propósito claro y nos esté costando la salud o las relaciones. Esa falta de tiempo “intencionada” nos impedirá que reflexionemos sobre las carencias que nos están llevando a sobrecargarnos sin darnos ni un respiro. Así que, atención.
Y colorín, colorado el tiempo de este post ha terminado.